por Malambo en Bloxito.No leer | 2007-05-26 | 1 Comentarios
En la avenida 4 de Santa Teresita hay una casa con una diminuta ventana. Debajo y un poco al costado, embutido en la pared, se conserva desde hace mucho una especie de cofrecito de madera y terciopelo rojo que no es más grande que un jabón. La casa es una construcción antigua que conservó la fachada durante la última mitad de siglo, las paredes siguen descascaradas y amarillentas, y vestigios grises de lluvia perduran al final de cada canaleta.
El barrio cambió, aunque cualquiera que haya vivido allí hace 30 años lo reconocería sin demasiado esfuerzo. En aquella época, hace 30 años, Marcelo, Gustavo y yo solíamos andar en bicicleta todo el día. Pedaleábamos enloquecidos, trepábamos árboles y peleábamos batallas imaginarias. También revisábamos terrenos baldíos en busca de riquezas olvidadas con la meticulosidad de un paleontólogo y la codicia de un mercader. Buscábamos billeteras rebosantes, juguetes abandonados por algún chico rico o entradas al cine. Los hallazgos más preciados hasta aquel día habían sido una tacita de porcelana (¡de nenas! ¡puaj!) y una moneda de 500 pesos que ya no estaba en circulación.
Vi el terciopelo rojo desde la rama alta de un eucalipto. Marcelo y Gustavo estaban abajo, más cerca, así que me deslicé con el mayor disimulo que pude. Di unas vueltas por ahí y cuando estuve seguro de que ya no me seguían, caminé hacia el cofrecito, me agaché y lo levanté sin estridencias. Tenía algo adentro. Volví a casa y con la ilusión de encontrar pronto la llave, lo guardé al costado de la heladera, en el hueco caprichoso de la pared bajo aquella ventanita.
La llave nunca apareció y la vida me llevó por otros barrios. Volví al lugar muchas veces en busca de mi tesoro de infancia, pero una y otra vez encontré las puertas cerradas con gruesos candados. Tal vez sea mejor así. Quizá deba entender que hay secretos que no se pueden desvelar y que hay cosas que se pierden para siempre. Los niños de ahora, enterados de que no es posible recuperar los tesoros de la infancia, ya no los buscan ni en los terrenos baldíos ni en ninguna otra parte.
Los actuales dueños de la casa me informaron con amabilidad que debajo de la ventanita la pared no tiene huecos caprichosos ni hay heladeras ruidosas. El lugar se convirtió en un desván que acumula la herrumbre de máquinas gastadas.
Bloxito.No leer | Secretos perdidos (2007-05-26 16:12) | 1 Comentarios
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