por Malambo en Bloxito.Reflexiones | 2006-10-20 | 13 Comentarios
Sobre el
caballo esférico se ha escrito mucho, tanto que para no convertirse en un lugar común, el chiste ha mutado hacia
vacas,
péndulos y otros animales. La relación entre los humanos y la esfericidad ha sido, sin embargo, poco explorada.

Imaginemos que un hombre o una mujer es una canica. Las canicas están sometidas a campos gravitatorios, pisos y opis. (El
opi (u hoyo) es una pequeña concavidad hecha en el piso con el dedo mayor montado sobre el índice girando la mano de un lado a otro. El opi sirve para
hacer opi antes o después de la
chanta.
Chanta y
opi definen, a su vez, el estado
quemado.) Pero no nos derivemos. Las personas también están sometidas a campos gravitatorios, al piso y caen en pozos; sin embargo, algunos sostienen que no son estas las características humanas más sabrosas. Los seres humanos son (en ralidad
somos, pero como este es un estudio objetivo tengo que situarme afuera) seres fundamentalmente psicológicos y sociales, pero como el modelito supone que los hombres o las mujeres son canicas, el aporte no incluirá estas características humanas, por más esenciales que sean.
De las canicas no hay mucho que decir. Salvo moverse según las leyes de Newton cuando les aplican una fuerza (y cuando no también), chocar unas contra otras, deslizarse o rodar por el piso y caer en opis, no hay cosa interesante que les pueda suceder. No obstante, detrás de la aparente simplicidad, estas bolitas de vidrio ocultan secretas dificultades. No existen en todo el mundo dos que sean iguales. Aunque hayan salido de la misma máquina respetando con exactitud pasmosa los dictámenes del proceso serial de fabricación, siempre existirán defectos (y virtudes) que las harán distintas (esto es especialmente verdadero para las bolitas japonesas y las lecheras). Además, en el mundo existen niños desaprensivos que en el transcurso de su vida útil las rayarán o cascarán de diferente manera; las apostarán a tres quemas, a una o a ninguna; las perderán en un baldío o las guardan como un tesoro hasta olvidarlas.

Y aunque el destino común de todas las canicas es el olvido (o la distorsión del recuerdo, que viene a ser lo mismo), cada una se siente única e irrepetible y proclama que nadie puede hacer
física de las canicas. Pero esta sentencia es una clara repetición acrítica y dogmática de los prejuicios de los bolones, una caterva de canicas cuyo volumen es, y con mucho, mayor a la media del volumen de todas las canicas. Creen saber los bolones, habiéndolo sacado de quién sabe dónde, que no puede haber ciencia de lo individual. Algunos bolones han llegado a negar, incluso, la Geofísica argumentando que la Tierra (la Canica Madre) es única e irrepetible. Y es cierto que madre hay una sola, pero no menos cierto es que las madres canicas se parecen en algunos aspectos aunque difieran en otros. “
Las canicas son similares, esto hace la ciencia posible; las canicas son diferentes, esto hace la ciencia imprescindible” dije una vez en una reunión de canicas opositoras celebrada en Jarrón Grande de la Abuela. Las canicas se chocaron calurosamente entre sí, que es su forma de aplaudir.
No es cierto, sin embargo, que las canicas nazcan y sean libres por siempre. Todas están sometidas a una fuerza exterior que las obliga a permanecer ligadas a superficies más o menos arbitrarias. Esto y decir que en vez de tener tres grados de libertad tienen dos es lo mismo (o cinco en vez de seis, ya que en nuestro modelo de canica, que a su vez modela al ser humano, la suponemos sólida y rígida). Y aunque no es bueno que la canica esté sola, dos o más permanecerán juntas sólo si las circunstancias (es decir, las superficies) así los disponen. Modificadas las circunstancias (es decir, las superficies), lo que antes era un plexo ahora es bruma. Los vínculos generados por ellas mismas son tan pero tan débiles que para todo caso práctico son inexistentes. Algunas creen que este individualismo es signo de libertad, y en parte tienen razón, puesto que toda asociación disminuye la libertad individual. Sin embargo, no se dan cuenta que esa libertad les niega el derecho a formar comunidades, e impide la libertad de permanecer unidas por ellas mismas y no porque las eventuales circunstancias (es decir, las eventuales superficies) así lo dispongan. El único tipo de interacción que les permite tal libertad, por otro lado, es la chanta; pero cuando la chanta no significa aplauso suele provocar separaciones definitivas en el mejor de los casos y en el peor el quiebre en pedacitos de al menos una de las participantes (cosa que ocurre si el niño que hace chanta tiene los dedos gordos y poderosos).
Y hasta aquí llego porque más allá no se puede ir, salvo regalar una moraleja, que para eso me pagan:
A hombres esféricos, canícas neoliberales con sesera posmoderna.
Bloxito.Reflexiones | Sea el hombre esférico (2006-10-20 23:21) | 13 Comentarios
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