por Malambo en Bloxito.Reflexiones | 2006-09-29 | 6 Comentarios
Hay ideas que son muy penetrantes, que quedan prendidas con vigor y emergen con furia cuando uno deambula por esos arrabales de la mente. Son como atractores peligrosos alrededor de los cuales el pensamiento queda dando vueltas.
La Argentina es un país que tiene mal la economía desde mucho antes que yo naciera y por lo visto seguirá así por muchas décadas. Si las cosas se mantuvieran tal cual están ahora, me animo a decir que el país estará mal por siempre. Los problemas son los típicos: Existe exclusión social; la brecha entre ricos y pobres se mantiene dentro de parámetros insoportables; el dinero de la producción no vuelve en sueldos a los trabajadores como ocurre en países del primer mundo, sino que se gira hacia esos países en concepto de regalías, entre otros problemas comunes a paises del tercer mundo que sufrieron el neoliberalismo.
Cuando pienso en estos asuntos indefectiblemente surge con toda prepotencia una idea de
Marcelino Cereijido que leí una vez en
El Divulgón. Lo peor que puede hacerse ante los problemas económicos es proponer soluciones económicas. El estado de la economía argentina es el resultado de otros procesos mucho más básicos, la economía es el termómetro que refleja la precariedad, el resultado final del camino. Lo que dice Cereijido es que no se trata de un problema económico sino de conocimiento. En parte coincido, pero hay que tener cuidado con argumentaciones de este tipo, porque si lo único que hacemos es cambiar soluciones economicistas de la economía por otras culturalistas lo que vamos a lograr es apenas un cambio de etiquetas.
La idea de Cereijido, sin embargo, es interesante. Él dice que el problema económico tiene raíces en el conocimiento, como casi todo el mundo coincide, pero que ese conocimiento es deficiente en la Argentina porque el país no tiene ciencia. Que lo diga yo no es nada, pero que lo diga él, doctor en Medicina, investigador del CONICET, ex-decano de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la Universidad de Buenos Aires y ganador del Premio Nacional de Ciencia de México debe crespar la nuca de más de un científico argentino. Reconoce que hay excelentes líneas de investigación, pero sostiene la tesis de que no hay ciencia porque el país nunca pudo desarrollar una visión del mundo que fuera compatible con el conocimiento científico.
La ciencia, todos lo sabemos, no solo requiere investigadores talentosos para desarrollarse sino que, como toda actividad social, necesita de cierta predisposición de la sociedad que le brinda libertad y cobijo. Mientras que en los países del primer mundo la investigación científica es activa y conectada y es una productora monumental de información fiable acerca del mundo, en un país del tercero como la Argentina apenas existen algunos ejemplos.
Una patria milagrera que cree en seres sobrenaturales, que acepta el dogma y el principio de autoridad, que acude a astrólogos, psicoanalistas y tarotistas ni siquiera sabe para qué cuernos le podría servir la ciencia.Pero incluso en estos casos, sus integrantes tienen más conexión con el exterior que con otros investigadores del país. Al no existir vínculos internos no se puede hablar de identidad y por eso la frase "ciencia argentina" carece de sentido.
No obstante, el problema de la ciencia tampoco es exclusiva responsabilidad de la comunidad científica. Una patria milagrera compuesta de gobernates, líderes de opinión y también de pueblo raso que cree en seres sobrenaturales de toda laya, que acepta el dogma y el principio de autoridad sin mosquearse, que acude como en manada a astrólogos, psicoanalistas, tarotistas y otros mercachifles del alma humana, ni siquiera sabe para qué cuernos le podría servir la ciencia. A esa patria tampoco se le puede pedir que comprenda que con la investigación no alcanza para el retorno de beneficios. Además hace falta la ciencia para que transforme la información adquirida en conocimiento y que después la tecnología tome ese conocimiento y produzca planes eficaces para mejorar, por ejemplo, la situación laboral.
La patria milagrera ni siquiera advierte que el oscurantismo está destruyendo la poca investigación excelente que queda y si se da cuenta no le importa. Nadie alza su voz cuando un equipo de científicos abandona el país y sin embargo muchos aceptan y aplauden las multitudes que se congregan alrededor de San Cayetano o la Virgen de Luján buscando trabajo y rezando para salir de la malaria.
Una sociedad que no tiene un uso para el conocimiento científico y que confía, en cambio, en imágenes milagreras, evidencia no tener la visión imprescindible para el desarrollo de la ciencia.
Marcelino Cereijido
Bloxito.Reflexiones | La patria milagrera (2006-09-29 21:13) | 6 Comentarios
Etiquetas: