por Malambo en Bloxito.No leer | 2006-03-12 | 0 Comentarios
Nadie supo como llegaron ni pudo describirlos con certeza y verdad, quienes lo intentaron cayeron en una vertiginosa espiral de locura. Se deslizaban con pesado silencio, como un manto gris restregado en las veredas de roca y gramilla al costado del río. Venían juntos, eran catorce figuras cenicientas y alargadas en busca de nuestro templo sagrado. En privado hablaban repugnantes dialectos tan parecidos a relinchos que ellos mismos parecían no entenderse. A veces alguno pronunciaba una palabra –reconocible sólo por la breve envoltura de silencio– que los otros, sobre todo los de rango inferior, repetían como mantra.
Durante el día daban la impresión de arrastrar semblantes de siglos por senderos de piedra; pero al anochecer –por entonces existían hermosos crepúsculos en nuestra ciudad– cuando veían el campanario azul del edificio de roca, les invadía una alegría espantosa. Les estaba vedada la posibilidad de elevar la vista sobre el horizonte (no podían mirar el cielo) y caminaban despacio, extenuados, como si cargaran sobre sus espaldas las emociones de hombres que desean morir. Como decía mi maestro, terror, desazón y esperanza eran cosas sutiles, pero cosas sutiles que en aquellos seres tenues ejercían su propia e ineludible gravedad.
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Bloxito.No leer | Los eternos (2006-03-12 16:08) | 0 Comentarios
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