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Malvinas y la Argentina ciclotímica

por Malambo en Bloxito.Opinión | 2005-12-13 | 2 Comentarios



Plaza de Mayo. Buenos Aires, Argentina
Seis años hacía que la Argentina había abandonado la civilización. Las dictaduras cargaban sobre sus espaldas más de 30 mil desaparecidos, estragos culturales y graves problemas sanitarios, pero como siempre el detonante de la Plaza final, la tercera Plaza, fue económico.

Argentina tiene una extensión de casi 3 millones de kilómetros cuadrados, pero cuando el pueblo tiene algo que decir lo manifiesta en una plaza de 92 metros de ancho por 215 de largo porque cree que allí se lo escucha. La costumbre empezó en la Revolución de Mayo, el 25 de mayo de 1810 y volvió a ocurrir incontables veces para uno u otro bando (en la Argentina siempre hay dos bandos) a lo largo de la historia. ¿Por qué no ocurriría también con la "gesta" de Malvinas? ¿Y por qué no un poco antes? ¿y un poco después? Tres plazas ciclotímicas hubo cuando Malvinas, en 1982.

El presidente de facto Viola (sí, así era su apellido), que sucedía a Videla y a su ministro de economía Martínez de Hoz, quedaba sepultado bajo una grave crisis financiera. Su tímida insinuación hacia una apertura política con concesiones al peronismo desaparecieron tras devaluaciones y caída de reservas en 300 millones de dólares en un solo día.

Galtieri, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, aceleró el proceso y sumergido en vapores de etilo dio un golpe dentro del golpe.

Diario de la época.
Imagen: Todo Argentina
Las causas en otro análisis, pero lo que quedaba claro es que el cuerpo monolítico tenía fisuras y comenzaba a mostrar signos de una lenta decadencia. Quiebres en el poder y la malaria económica alentaron lo que vendría.

Este era el contexto en el que el peronismo y los sindicatos -que eran casi lo mismo- comenzaron una oposición mediática que tuvo su ápice en la Plaza de Mayo del 30 de marzo de 1982. Una plaza convocada, opositora y arriesgada. Quienes concurrieron sabían que iban a ser reprimidos, los dirigentes políticos y sindicales sabían que quienes tenían en frente no eran señores de muchas palabras. Tal vez sospecharon la violencia, pero lo que no sabían era lo que estaba tramando una elite del gobierno militar.

Las manchas de sangre no se habían secado aún. Tres días después de la plaza violenta, sólo tres días después, el cielo argentino del 2 de abril resplandecía en azules y la brisa tenue batía ondas suaves en banderas y pancartas.

Si quieren venir que vengan...
Plaza de Mayo estaba repleta y también las calles que la llenaban. El sol iluminaba el coraje. Todos esperaban ansiosos la noticia. Debía decirlo y por fin lo dijo: "Si quieren venir que vengan, le presentaremos batalla" y la plaza enloqueció de júbilo.

En el bar se comentaba que recordaríamos a Galtieri como recordamos a San Martín. Una Argentina desolada que pese a sus desaparecidos y torturados, con la deuda externa en sostenido crecimiento, las industrias en decadencia y la educación cercenada quería poner a Galtieri a la par de San Martín. La Argentina desolada, después de mucho tiempo, se volvía a sentir un país poderoso.

Solidaridad televisiva y mentiras televisadas se hacían eco de gritos como de gol de la ciudadanía cada vez que se derribaba un Sea Harrier inglés. Seis a tres, decían en el bar un poco apesadumbrados por los tres Pucará que nos habían metido en contra. Los gritos como de gol acallaron los quejidos de hambre, frío y pánico adolescente. Es que en Malvinas hacía mucho frío y los chicos no comían y tenían miedo de morir. Los gritos de histérico triunfalismo silenciaron la muerte. La Guerra de Malvinas terminó y no pudo cambiarle el nombre a las islas que siguieron llamándose Falklands.

Dos días después de la derrota y a un mes y medio de la concentración patriótica, el 16 de junio, la Argentina ciclotímica se dio cuenta que tenía los bolsillos vacíos y volvió sus pasos a la plaza para regarla otra vez con sangre propia. La violencia represiva volvió a aparecer, tan sanguinaria como siempre, más innecesaria que nunca.

Después vinieron Bignone, último militar de facto, Ricardo Alfonsín, Carlos Menem, Fernando de la Rúa... Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner. La educación salvo de maquillajes no ha cambiado de forma dramática. No hay procesos que hayan modificado la cultura sustancial de los argentinos, si no un acostumbramiento a la democracia y tal vez, no sé, un rechazo a la barbarie militar. Me pregunto si unos meses de adoctrinamiento y propagnda política no harían que saliésemos a la plaza a justificar irracionalidades tan salvajes como una guerra.


Bloxito.Opinión | Malvinas y la Argentina ciclotímica (2005-12-13 18:17) | 2 Comentarios

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Comentarios

1
De: Nfer Fecha: 2005-12-16 12:54

Malambo,
uno de mis amigos del barrio piloteaba un avión que cayó ¿? en Malvinas. Miguel Angel Giménez, tuvo una historia paralela pues su padre y su hermana peregrinaron de Argentina a Inglaterra y viceversa hasta conseguir que Miguel sea sepultado. Incluso el padre de Miguel escribió un libro sobre tal odisea.
Lo otro es que, como casi toda persona argentina nativa o por opción, tengo un familiar "desaparecido"
Ni vivo ni muerto: desaparecido.
No hay olvido, ni por decreto,y me pone la piel de gallina cuando oigo en la verdulería a señoras diciendo a voz de cuello: "lo que hace falta en este país es una mano fuerte, tenemos que ir a golpear a las puertas de los cuarteles, con los milicos sí estábamos bien..."

Pero ¿a qué seguir? vos también conocés estas frases...
Un abrazo irracional (o sea todo emotividad)
Nfer



2
De: malambo Fecha: 2005-12-16 17:44

La cuestión del "desaparecido", estado civil decretado por el presidente de facto Jorge Rafael Videla, fue uno de los memes más repugnantes de la dictadura militar.

Era yo chico, pero recuerdo las conversaciones que se hacían en voz baja en mi casa o en la casa de los amigos de mis padres. Ninguno era "revolucionario" o "comunista", pero todas las referencias al gobierno solían hacerse en voz baja.

Cuando hablaba de este o aquél, "que se lo habían llevado", el consenso era "que algo había hecho" o que "era zurdo". Pero si este o aquél era un conocido de todos los todos los días, respirábamos tranquilos si la policía decía que estaba desaparecido. "Menos mal, está desaparecido" era la frase habitual. Es que ante la otra opción, estar desaparecido era una suerte.



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